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El testimonio de una madre cuya hija padece Síndrome de West: “Con el cannabis mi hija volvió a nacer”

Josefa Obando es una pequeña de un año y ocho meses de edad que a los cinco meses de vida fue diagnosticada con Síndrome de West, una alteración cerebral epiléptica, grave y muy poco frecuente que la llevó a convulsionar hasta 600 veces en un día.

A principios de 2016 Ana Olmos y Felipe Obando debieron trasladar de urgencia a su hija, producto de las diversas crisis que presentó en una noche.

Desde su primera hospitalización a la pequeña Josefa le suministraron tratamientos con corticoides, curas con ACTH, además de diversas inyecciones diarias, que le generaron numerosos efectos secundarios.

“Nuestra hija se hinchó y perdió ciertas habilidades. Por ejemplo, ella estaba aprendiendo a sentarse y no volvió a hacerlo después de estos tratamientos. Olvidó cómo mamar, ya no aceptaba que la tomaran en brazos, no fijaba su mirada, ni reía. Tuvimos que empezar de cero a conectarnos con ella”, relata su madre.

“Con los fármacos mi hija dejó de ser ella, perdió su luz y su sonrisa. Cuando supe su diagnóstico, empecé a buscar información por Internet, porque yo no conocía la patología, leí que el cannabis era bastante efectivo para el Síndrome de West y vi casos de mamás en televisión que relataban positivas experiencias con el cannabis medicinal”, enfatiza.

Es así como en marzo de 2016, Ana decide asistir a un taller de preparados medicinales de la agrupación Mamá West, impartido por su fundadora Andrea Acevedo. “Y no nos equivocamos: con el cannabis mi hija volvió a nacer”, señala la madre de Josefa.

Ana relata que días antes de administrarle por primera cannabis medicinal a su hija, ella presentó estrabismo en sus ojos (trastorno en el cual los dos ojos no se alinean en la misma dirección).

“Es chocante ver a tu pequeña hija en esas condiciones. A los cuatro días de haber consumido cannabis sus ojos volvieron a la normalidad. Fue increíble. Desde ahí dejamos de administrarle fármacos”, relata.

“No quería darle tantas drogas a mi hija con efectos secundarios tan terribles. Y hasta la fecha, mi hija no ha vuelto a convulsionar hace seis meses, gracias a la resina de cannabis”, señala.

Ana, quien también es paciente de Fundación Daya, cuenta que la abuela de la pequeña fue la más reacia al tratamiento en base a cannabis, debido a que tenía una visión negativa sobre la planta. Pero fue tal la mejoría que pudo ver en su nieta, que actualmente ella consume cannabis para sus dolores de huesos.

“La mentalidad de mis padres cambió completamente luego de ver los resultados en Josefa”, explica Ana.

Josefa logró recuperar su movilidad, su sonrisa y su mirada, dice Ana.

“Para nosotros ahora hablar de cannabis es algo muy normal, mis hijos saben que es la medicina de su hermana. No se le da una connotación mala ni lo ocultamos. A nosotros nos pasó que tuvimos que demostrarle a nuestra familia con hechos las propiedades del cannabis. Para nosotros todo esto ha sido un milagro, de hecho ni su médico se explica por qué Josefa está tan bien teniendo Síndrome de West”, puntualiza.

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