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Depresión de la agricultura, abusos y precios altos: la clase media y los más pobres pagan la cuenta

“El escenario de la leche está complicado porque la industria está pidiendo menos recepción de leche. A los productores que aumentaban la producción de leche en primavera también les han pedido que no aumenten (la producción) y esos productores están complicados, porque han tenido que mandar esas vacas al matadero”.

Con esas palabras, Darío Arévalo, expresidente de Fedeleche y expresidente de Aproleche Biobío describe la situación que afecta a los agricultores del sur. Cuando habla de “industria”, se refiere a los dos grandes compradores que dominan el mercado en la Región del Biobío: el gigante suizo Nestlé y Watt’s.

Son tan poderosos que imponen precios, condiciones y lo que sea. Ellos mandan, imponen los términos de los contratos, después los cambian a su antojo. Hacen lo que quieren porque saben que si no es a ellos no tenemos a quien venderle”, agrega otro agricultor de la región del Biobío, que pide mantener reserva de su identidad.

En este contexto, “en la zona de Los Ángeles desapareció mucho productor de leche y cada día van quedando menos. Es lo que se ha repetido de norte a sur”, señala Arévalo y sus palabras tienen eco en los productores de la Región de La Araucanía: “nos mataron, Nestlé ha reventado a los productores y a toda la cadena que movía el negocio de la leche. Acá en la región no quedan lecherías, salvo algún pequeño productor, el resto desapareció”, señala una fuente ligada al gremio lechero.

Siguiendo hacia el sur, la situación se repite y los productores de las regiones de Los Ríos y los Lagos se encuentran sometidos a las condiciones impuestas por Soprole o Nestlé para vender su producción.

Es decir, dos gigantes transnacionales que conforman un poder comprador los suficientemente poderoso como para imponer precios, sin que haya competencia.

Durante el trabajo de reporteo para esta nota, dos fuentes señalaron a Atentos que Nestlé habría dejado de comprar leche a algunos productores y disminuido los volúmenes de compra a otros.

Además, se recibió información relacionada al cierre, por la misma empresa, de una planta procesadora en Llanquihue, lo que traería consecuencias nefastas para productores y trabajadores.

Con el fin de confirmar esta información se contactó a uno de los ejecutivos responsables de Nestlé, quien señaló que “estoy de vacaciones” y nos derivó a “nuestra agencia de prensa”.

La “agencia de prensa” resultó ser una de las agencias de comunicaciones más importantes del país, Azerta, dirigida por Cristina Bitar, quien fuera jefa de campaña en una de las aventuras electorales de Joaquín Lavín, vinculada a Libertad y Desarrollo, el centro de estudios de la UDI, y con redes transversales en el espectro político nacional, más allá de haber sido la agencia de la derecha económica en un período complejo, en el que la sobrina del ex ministro Sergio Bitar, tuvo que declarar como testigo en la investigación judicial por financiamiento ilegal de la política, hace algunos años. Hablamos del caso Penta – SQM.

Finalmente, pese a habernos contactado con la agencia de comunicaciones de Nestlé, no logramos obtener su versión. Para que se entienda bien, poner a Azerta en medio de la solicitud de información requerida, es como cazar una perdiz con un misil. ¿Por qué esa sobrerreacción de Nestlé?

“Los gremios no hacen nada”

El impacto de la pérdida de productores y la depresión de la agricultura tradicional se va a traducir en una mayor dependencia de las importaciones de alimentos.

Una paradoja que, un país eminentemente agrícola como Chile, dependa de otros para garantizar su seguridad alimentaria, en un contexto de dólar alto y escasez de alimentos en el mundo, con su consecuente impacto en los precios.

Es decir, “en lugar de producir en el país, salimos a comprar, más caro, cortamos puestos de trabajo, matamos a nuestros productores, financiamos a los industriales, puras transnacionales y no nos damos cuenta siquiera. Sólo nos quejamos de que la plata no alcanza cuando vamos al supermercado”, señala un agricultor de la Región de Los Lagos.

Ante este escenario, Darío Arévalo señala que “los gremios no hacen nada”.

Sobre visibilizar la crisis, afirma que los únicos que tienen acceso a los medios de comunicación “son la gente de los gremios, y esta gente hoy día no se manifiesta”.

Algo pasa con los gremios que las críticas a su inacción y las dudas respecto de su conducta se repite entre los agricultores de distintos rubros.

“Hay una sola forma para que estén callados los dirigentes”, señala un agricultor de Osorno, pero no quiere profundizar porque reconoce tener miedo.

Sergio Willer, presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno A. G., SAGO, reconoce que la agricultura atraviesa por una crisis importante y señala que “las cosas se han ido complejizando a través de los años. Hace 15 años, el rubro de ganadería de carne se veía totalmente en desventaja, ya que cereales, producción de leche, frutas y otros rubros eran claramente más competitivos. Fue el primer indicio de declive, pero las cosas no se detonan en un día, van empeorándose año a año, hasta que se llega a un punto difícil de subsanar”.

Consultado por el rol de los gremios, señala que “la SAGO ha entendido que debe modernizarse, y actuar proactivamente. Por ello, se han estado realizando cambios administrativos, porque entendemos que el principal valor de una organización son sus socios”.

Finalmente, Willer señala que “esto no se trata de quejarse por deporte. Responde a que sencillamente el retorno no compensa los gastos y los riesgos. A nivel sectorial muchas veces le produce incomodidad hablar de productividad y rentabilidad. Pero tristemente, el agricultor vive de lo que produce la tierra. Es una de las razones poderosas que lleva a las familias tomar la decisión de vender e irse a la ciudad, muchas veces parcelando para poder obtener un patrimonio mejor”.

Cerrado el proceso constituyente, es de esperar que la clase política tome nota de las necesidades de la gente. La alimentación es el principio de todo y sin una agricultura potente, dependemos de las importaciones; sin políticas públicas bien diseñadas, atentamos contra nuestros productores; y sin un mercado transparente, validamos los abusos y la injusticia.

La alimentación es la principal cuenta del país, la más grande. Por ello, en un contexto complicado, con empresas quebrando y con la cesantía al alza, las autoridades deben preocuparse de que el agro no sea otro Huachipato.

De lo contrario, seguirán desapareciendo productores, los precios de los alimentos subirán y la gente pagará la cuenta. La historia de siempre, que es de esperar deje de repetirse.

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