El vuelo chárter financiado por Estados Unidos (EE.UU.) aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Santiago con 44 chilenos deportados, tras meses —y en algunos casos años— detenidos en centros migratorios.
Entre la algarabía de familiares, los primeros en salir describieron un sistema que, según ellos, criminaliza a los latinos.
“Abusan con nosotros. Los sheriffs se ríen mientras nos tratan como perros”, afirmó a Radio Bío Bío Ricardo, uno de los deportados.
Según su testimonio, fue detenido en noviembre en Miami y que estuvo siete días en una “mazmorra” (cárcel).
“Dormía en el piso sin comer. Me perdieron todas mis cosas”, expuso.
Tras ser trasladado a Luisiana y luego devuelto a Miami, criticó la desorganización de las autoridades norteamericanas.
“No sabían qué hacer con nosotros. Fue un maltrato psicológico”, aseveró.
Su testimonio coincidió con el de otros que llegaron con bolsas de plástico con sus únicas pertenencias.José Fernández, otro deportado, explicó que fue arrestado pese a tener un matrimonio con ciudadana estadounidense y trámites de residencia en curso.
“Pasé dos años y cinco meses en una cárcel disfrazada de centro migratorio. Nos hacían dormir en el suelo sin frazadas”, detalló.
Fernández aseguró que el acceso a abogados era un privilegio. “Solo llamabas a tu familia si tenías dinero. Los demás éramos animales para ellos”, aseveró.
Un tercer deportado, que prefirió no dar su nombre, fue detenido mientras se dirigía a su trabajo en Luisiana.
“Tenía permiso laboral y residencia en trámite, pero me encerraron tres semanas sin explicaciones”, contó.
Durante su encierro, solo pudo comunicarse con su esposa cubana, radicada en EE.UU.: “Nunca hablé con mi familia en Chile. ¿Cómo iba a avisarles?”.
Las condiciones del viaje profundizaron el drama. “Si te arrestaban en bóxer, te deportaban así. No importaba si llevabas años allá”, señaló Fernández, mostrando documentos que reemplazaron sus pertenencias perdidas.
Mientras algunos familiares celebraban con abrazos tras la llegada, otros cuestionaron la falta de apoyo consular.
“¿Dónde estaba Chile cuando los trataban como criminales?”, preguntó una de las familiares presentes en la zona de llegada de los chilenos deportados.
Entre los últimos en salir del Aeropuerto de Santiago estaba Ángel Espinoza (foto de portada), quien gritó “¡Al fin estoy libre!” al reunirse con su familia.
Él fue detenido en Arkansas mientras trabajaba en una granja.
“Tenía permiso laboral, pero me trataron como ilegal. Me trasladaron a cuatro cárceles en tres meses”, afirmó.
Espinoza describió un sistema que “caza latinos por su piel”.
Tras ser arrestado en su casa, pasó por centros en Texas, Nuevo México y Luisiana. “No me dejaban bañarme ni cepillar los dientes. En Texas, los abogados me dijeron que no podía ganar el caso. Trump no acepta asilos”, explicó.
Su madre, Nury Villegas, viajó desde Valparaíso tras enterarse por la prensa. “Ninguna autoridad nos dio información”, expuso.
Asimismo, criticó la inacción del consulado chileno. “Sin amigos en EE.UU., no hubiéramos sabido ni el vuelo. ¿Dónde está la ayuda oficial?”, cerró.